

Cuando el cielo se rompe en colores imposibles, solo queda mirar, respirar… y disparar. Las auroras boreales no se fotografían: se contemplan, se sienten, se persiguen como sueños. Esta galería es una danza entre la cámara y el cielo, una sinfonía de partículas que convierten la noche en un espectáculo de magia real.